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¿Todo tiempo pasado fue mejor?

Un ensayo sobre nostalgia, realidad y mezquindad.

Por:

Rubén Ravelo

Publicado: 2014-11-06

Si analizamos este enunciado en todos los campos de la historia universal, este ya no sería un ensayo sino más bien un libro de ensayos, lo cual, como resulta evidente, no se pretende esta vez. Entonces, centrándonos en los campos del arte y del deporte ─campos que me son menos ajenos que el resto, valga acotar─, esta pregunta la respondo así: no necesariamente.  

Una frase más acertada sería o debería ser: «todo tiempo pasado fue generalmente original» ─y por eso se le da, o no, un valor agregado─, considerar esos tiempos «mejores» o «peores» ya depende de las preferencias del individuo. Quienes encuentran mayor valor en lo rústico, primitivo y puro ─lo que dio pie a las primeras innovaciones, llámese originalidad primaria─, dirán que el tiempo pasado fue mejor, quienes valoren las fusiones y ─en teoría─ evoluciones en lo artístico y deportivo dirán que estos tiempos son mejores con diferencia, es más, que tiempo a tiempo siguen mejorando todos sus aspectos tras una clara idea ─agradable o no─ de perfección.

La estandarización, el nuevo objetivo principal

Aquí debemos apuntar que en estos tiempos se tiene en la mira la estandarización, palabra clave de este ensayo, que no es otra cosa que el intento de tener y sostener una base de calidad, compuesta de ciertas exigencias, sobre la cual desarrollar la actividad, sea esta artística o deportiva. Antes, por supuesto, no había tanta preocupación por la estandarización, había más bien un sistema de menos planeamiento que daba lugar a la improvisación y al brillo individual.

Por dar un ejemplo en la música: en los años setenta del género salsa, no se hablaba solo de los cantantes como las estrellas que eran, era un interés general saber también quiénes eran los músicos que participaban en sus álbumes o los acompañaban en sus presentaciones en vivo. De ahí el protagonismo que tuvieron músicos ─no cantantes─ como Roberto Roena, Ray Barreto, Larry Harlow, Tito Puente, entre otros, que incluso, debido a esa impoluta acogida popular, formaban exitosas orquestas que a su vez producían nuevos músicos y cantantes para la industria. Hoy en día, vemos que este sistema ha experimentado cambios gigantescos. Dejó de ser relevante qué músicos acompañan a los cantantes; en nuestros tiempos, por citar un ejemplo, Marc Anthony toca con, probablemente, excelentes músicos que se limitan ─y esto no es una crítica, sino una simple observación de la realidad─ a constituir melódicamente sus canciones y conciertos casi de manera anónima. A su vez, estos músicos, a diferencia de antes, no guardan fidelidad alguna con la figura visible ─en este caso los cantantes─, prestando sus servicios estandarizados a cualquier otra firma. Dicho esto, se explica por sí misma la semejanza sonora existente entre los estilos de acompañamiento de varios cantantes salseros, generalmente neoyorquinos o boricuas: el propio Anthony, Huey Dumbar, Víctor Manuelle, etc. Salvo las claras diferencias vocales ─que es lo único a lo que podemos llamar, en este caso, estilo─ la musicalización entre un cantante y otro no dista tanto como para llevar a una identificación, como sí sucedía cuando se escuchaban ─y distinguían─ los timbales de Puente o las tumbas de Barreto. Hoy en día tenemos un sonido parejo y equilibrado. Antes teníamos uno o dos músicos destacados, improvisados, y brillantes.

No obstante, y aquí viene lo complejo de esto, los productos musicales estandarizados ─quizás en gran medida gracias a la tecnología─ tienen una armonía y efectos que juntos forman un sonido técnicamente superior al de tiempos anteriores. Despreciar a estos músicos por su anonimato sería, pues, una tremenda mezquindad. Del mismo modo, despreciar a los anteriores por no priorizar planeamientos y dejar fluir a la inspiración ─lo que una que otra vez habría tenido consecuencias inadecuadas y poco profesionales─ sería un gravísimo error.

La cancha queda cada vez más pequeña

En el extenso campo del deporte, es irrefutable que lo que ha ido cambiando es la exigencia física. En el fútbol, por ejemplo, este cambio inició a mediados de los ochenta, cuando aparecían a cuentagotas jugadores de avanzada como Diego Armando Maradona, potentes y veloces ─y en el caso de Maradona, especialmente geniales─ que no sólo se limitaban a esperar culminar una jugada, como era común en los delanteros hasta entonces, sino que la iniciaban haciendo uso de su creatividad y, de ser posible, quitaban balones para comandar un ataque desde propio terreno. Ese despliegue táctico es hoy en día muy común, prácticamente una exigencia más a la hora de elegir una carrera futbolística, vale decir: ─talento en primera instancia─ técnica, táctica y físico para llevar a cabo esa táctica. Jugadores como Lionel Messi, Cristiano Ronaldo y Arjen Robben son claros ejemplos de que se intenta reemplazar la antigua pausa ─que aún siguen manteniendo algunos jugadores ya casi extinguidos como Andrea Pirlo─ por frenetismo táctico, ida y vuelta, presión en defensa y contundencia frente al arco rival. Y no solo los delanteros han cambiado sus estándares, también porteros, defensas y volantes, quienes, a diferencia de otros tiempos, ahora deben sumar a sus cualidades rigor físico y velocidad para frenar a estos renovados delanteros ─caso típico, digamos, de evolución enlazada entre el predador y la presa─, esto es, en resumen, el fútbol de hoy, pero las exigencias han cambiado de forma ramificada y sostenida en todas las disciplinas deportivas.

En el camino quedaron los andares lentos y elegantes de Zidane, Beckenbauer, Cueto, Charlton, Di Stéfano, entre otros, jugadores que manejaban sus puestos con criterio y pausa, haciendo uso de sus talentos y depuradas técnicas ─el caso del «káiser» era aún más meritorio pues su puesto era de defensor central y líbero, una posición que históricamente nunca ha requerido mucha vistosidad─, todos ellos, en su respectivo momento, aparecieron como algo inicial y no antes visto, razón por la que recordarlos hoy en día puede hacernos caer en una irremediable nostalgia. Quizás es esa nostalgia, otra palabra clave, la que nos hace concluir que todo tiempo pasado fue mejor. Pero, ¿son realmente los jugadores antiguos mejores que los modernos?, para responder a esta pregunta debemos tener claro que cada contexto fue, es y será distinto, con sus respectivas exigencias, como mencioné líneas atrás.

En algún punto de la historia del fútbol los jugadores podían darse el lujo de ser estrellas de sus clubes y a la vez estrellas de bares u otros centros de diversión nocturna. La disciplina de hoy es más rigurosa, se han establecido estándares más severos y como resultado tenemos jugadores prácticamente incansables o de energía ilimitada ─entiéndase esto de forma figurativa─. Eso contribuye al juego en su aspecto de duración, por tanto lo mejora. Y por tanto podemos concluir que el fútbol de hoy, como deporte, es mejor que el de antes. Lo que se pone en discusión tras estos cuestionamientos es el factor espectáculo del fútbol, lo que el hincha desea ver, lo que quiere, lo que le gusta, ¿qué gusta más?, ¿jugadores que tengan el balón y hagan jugadas con estética, priorizando el show, o jugadores que corran, marquen, se desplieguen y se dediquen enteramente a ganar un partido? Preguntas que cada quien ha de responder para saber qué terreno se está pisando.

Todo tiempo pasado es simplemente eso: pasado

Tras todo esto, queda bastante claro que la frase ─así como la pregunta que titula este texto─ está mal planteada. ¿«Todo tiempo pasado fue mejor»?, ¿en qué fue mejor?, ¿por qué fue mejor?, ¿para quiénes fue mejor?; es una proposición bastante mezquina con una respuesta probablemente igual de mezquina. Creo que ningún tiempo fue «mejor» o «peor» que otro, simplemente son tiempos distintos. Sólo para puntualizar, y siguiendo en el tema del fútbol: Si bien es cierto que si hacemos un comparativo de jugadores antiguos de determinada época en su plenitud profesional versus jugadores modernos en su plenitud profesional, podemos concluir que los de hoy corren más rápido y por más tiempo, participan más del juego y tienen mejores estadísticas en general, no podemos aseverar que los jugadores antiguos no se adaptarían a las exigencias de hoy, porque simplemente no las tuvieron en su momento; tampoco podemos decir que «el talento de antaño se ha perdido» ─y esto también cabe perfectamente en el campo del arte─ porque los talentos se desarrollan según el contexto que los cobija; por ende es imposible asegurar críticamente si los deportistas o artistas de antes eran mejores que los de ahora o viceversa, lo que sí podemos decir con total seguridad es que ha habido tremendos cambios con el pasar del tiempo, y que, bajo esa premisa, cada uno de estos casos debe ser evaluado en función a su trabajo y consecuencias en sus respectivos tiempos ─y si estas consecuencias se prolongan y trasgreden las barreras de las épocas, mejor aún─; luego de esto, ya todo es subjetivo: gustos, preferencias, opciones, compatibilidad, o simple comodidad.


Escrito por

Rubén Ravelo

@rubenchoravelo Sanmarquino. Escribano (lamentable) nacido en Lima.


Publicado en

El rincón del desvarío

Espacio de libertad creativa, opinión y harto hueveo.