#ElPerúQueQueremos

FUente: el comercio

No es Calle 13, somos nosotros...

La banda boricua levantó el polvo sobre la supuesta falta de valoración del consumidor peruano hacia los artistas nacionales.

Y aquí una simple reflexión

Por: Rubén Ravelo

Publicado: 2014-11-14

No me gusta Calle 13. Repito: no me gusta Calle 13. Más allá del "atrévete-te-te" que bien pude bailar en alguna fiesta allá por año nuevo 2007 -qué viejo estoy- y unas cuantas colaboraciones -hablando específicamente de los trabajos que compartió la banda con Mercedes Sosa y luego con Rubén Blades- no soy seguidor de este grupo. No me llama la atención, no me nace valorar más de lo que se le puede valorar al fraseo básico del hip hop latino -llámese reggaetón- o una que otra frase ingeniosa o atrevida, también propia del género. Tampoco soy un voraz detractor. Me indigna un poco, sí, que René sea una mala copia de Eminem, a quien sí respeto un poco -que nadie le diga nada por esto-, y que los boricuas se vendan como una suerte de grupo neo-revolucionario que intente de alguna forma "rescatar los valores y la identidad de los latinos...", bla, bla, ustedes saben lo que sigue. Para estas cosas ya hubo capos como el propio Blades que mostraron el camino correcto -aunque no por eso acriticable, valga decir- de la música en aras de crear consciencia o revolución; y, eso sí, que se aprendan bien este libreto los chicos de hoy que suelen confundir los términos: toda revolución empieza con lo intelectual. No es revolucionario el que rompe una guitarra por ser gringa, sino el que intenta de alguna forma racional y sostenible que, en lugar de usar una gringa, se use una guitarra latina. Vaya, creo que me desvié... Volviendo al tema, decía que Calle 13, en resumen, me da lo mismo. No me compraría un disco suyo y tampoco criticaría a quien lo haga. 

Y anoche, yendo de una vez al tema que ha provocado este post, este grupo hizo algo que despertó la polémica en las siempre intravenosas redes sociales: tras cancelarse su presentación, digamos, regular, con costo, aforo y toda la vaina, decidieron realizar un concierto gratuito en la plaza San Martín, recurrente refugio de charlatanes que hablan de política y promesas -y no me refiero a los que siempre están sino a los que se reúnen cada cierto tiempo llamado "elecciones"- y que mostró un lleno casi total en todas sus esquinas: miles de jóvenes, fans y curiosos, que oyeron o leyeron el rumor y se hicieron presentes en este atípico concierto.

¿Qué es lo loable de esto? Evidentemente la gratuidad, lo cual es asumido por los fans como generosidad artística. Y esto es recontra válido.

Porque, a ver tú, el que siempre dice que esta música es basura sólo porque a ti te gusta el rock alternativo, la música clásica o la salsa dura -sólo por citar tres ejemplos puntuales-, si un día de estos tu banda, cantante, orquesta, o sinfónica (?) favorita decide hacer un concierto gratis en la plaza Dos de mayo, ¿no te apuntarías y los llenarías de elogios sin escatimar tecla o lengua? Claro que sí, al menos yo lo haría. Pero como es reggaetón la cosa cambia, ¿no? Pues no debería. Cada género tiene sus adeptos, la música es un universo infinito, infinito también en posibilidades y gustos, y como bien dice ese viejo refrán, respetos guardan respetos. Que no se confunda esto con otro dicho no menos famoso que dice "la música no se puede criticar porque hay que respetar los gustos"; esto sí es falaz: si Pepito, por ejemplo, cree que el sonido estruendoso que se produce al reventar vidrios es la mejor música del mundo, puedo cuestionar este placer sin necesidad de faltarle el respeto como persona, y argumentar por qué su gusto es distorsionado y absurdo. 

Dicho esto -y antes de que me siga desviando- vayamos a lo criticable.

¿Qué es lo criticable del concierto gratuito de Calle 13? Empezando por lo más importante: las medidas de seguridad. Al tratarse de un evento absolutamente informal, las medidas de seguridad pasaron, como bien se dice, por agua tibia. En este concierto, si te ahogabas, te asfixiabas, te caías, te pisaban o te robaban, nadie te iba a ayudar o proteger -aunque, valgan verdades, en los conciertos pagados se tardan tanto en auxiliar que es casi como si no lo hicieran, pero vamos, los problemáticos al menos lo piensan dos veces al ver a tremendos gorilas con polos fosforescentes tan apretados-. Decenas de robos fueron reportados en la noche de ayer, porque el Centro de Lima no es precisamente Disneylandia a esa hora; y así como el joven fan de Calle 13 fue feliz a su concierto, el chorizo de Carabaya también quería disfrutar de la fiesta. El pueblo es el pueblo.

Lo otro, aunque me parece mucho menos criticable, es que Calle 13 realizó este concierto sin licencia municipal, pero aquí me pregunto: ¿los mítines de políticos se hacen con licencia municipal?; si hay algún conocedor del tema que me responda esa pregunta, porque sinceramente yo no lo creo. Como tampoco creo que los señores gritones con voz de cómico ambulante que congregan decenas de personas TODOS LOS DÍAS en la mencionada plaza paguen también una licencia. Porque al fin y al cabo en estos casos, también se están haciendo eventos públicos, ¿no?

Me parece que estos factores, el criticable y el no criticable, son lo menos subjetivo que pude encontrar en este análisis, lo demás que se ha dicho me resulta bastante hipócrita. Cito un comentario que leí por ahí, por ejemplo: "Diego Dibós vende discos a un sol y Calle 13 ocupa la plaza San Martín sin licencia"; a ver paremos el carro un toque:

Al igual que Calle 13, tampoco me interesa el señor Dibós como músico, pero siendo honesto, creo que así se pare a tocar en el Parque Kennedy a lo mucho jalaría a cien personas. Insisto, seamos honestos. Hay de cierto que en el Perú no solemos apreciar el "producto nacional" y preferimos el extranjero, aunque en muchos casos este sea inferior a aquel. Pero en esta ocasión, al menos en el ejemplo de Dibós, hay una clara diferencia cuando menos en el factor popularidad. No he seguido la carrera del buen Diego, pero en este país nunca ha sonado pues. Calle 13 sí. Si vamos a hacer ese tipo de comparaciones hagámoslo de forma más equiparada: hablemos entonces de Pedro, de Gianmarco, del mismo Micky, artistas que -con fans y detractores y con o sin ayuditas- superaron estos prejuicios y la supieron hacer. No tengo la menor duda de que llenarían plazas enteras si tocaran gratis, como han llenado cada sitio al que han ido aún teniendo que pagar por verlos, ¿por qué tendemos a irnos por lo más fácil y tomar el nombre de un artista nacional que, en buen criollo, "nunca ha sido"? Habría que preguntarles a todos aquellos "defensores de Dibós y del producto nacional" si se han dignado en comprarle aunque sea un disco al mencionado cantante o a algún otro exponente peruano incipiente, o si se han dignado ir a algún concierto suyo sólo porque "el artista nacional necesita apoyo".

La música a nivel comercial es más simple de lo que parece: gusta o no gusta. Calle 13 gusta, no te gustará a ti, pero sí le gusta a otro millón. Y si la música nacional no pega me parece facilista echarle toda la culpa a la gente que prefiere no consumirla, ¿no será que se están moviendo mal las fichas?, ¿no será que se prefiere el éxito flash, momentáneo, el "one hit wonder" o el mero ridículo, antes que emprender y apostar por carreras sostenidas y realmente profesionales? Se me viene a la mente Líbido, para mí la mejor banda que ha tenido este país en lo comercial y una verdadera revolución para el nivel artístico nacional -en su mejor momento compitió afuera con bandas consagradas como La Ley- y que hoy... verdad... ¿qué fue de Líbido? 

Tal parece que no es sólo cuestión de que el público peruano valore a los artistas nacionales, también es cuestión de que los artistas nacionales valoren a sus fans y tengan miras a ganar nuevos adeptos sin salirse de un estilo, y sobre todo, que valoren sus carreras, que las pongan por encima de banalidades, egos o complejos, en pocas palabras, que sean profesionales. Porque a Calle 13 le podrás decir que hacen música basura -y técnicamente hasta podríamos estar de acuerdo- pero mientras sigan sacando un álbum por año a nivel parejo, mientras sigan invirtiendo en giras, en publicidad, mientras sigan dando entrevistas, MIENTRAS SE SIGAN VENDIENDO así sea todo una farsa -no serían los primeros ni los últimos, por favor-, seguirán siendo más profesionales que muchos de los que aquí se tiran de los pelos pidiendo oportunidades al aire sin hacer más que eso. Aunque nos duela.


Escrito por

Rubén Ravelo

@rubenchoravelo Sanmarquino. Escribano (lamentable) nacido en Lima.


Publicado en

El rincón del desvarío

Espacio de libertad creativa, opinión y harto hueveo.